domingo, 11 de septiembre de 2011

ENCUENTRO




El acercamiento mutuo, la frecuencia respiratoria, la cardiaca, los pensamientos, la misma intensión lasciva, el mismo fuego; todo parecía premeditado. Estaban en absoluto equilibrio, dos dimensiones quedaron susceptibles a conectarse por un instante. Sus labios llegaron al suelo, junto con las lágrimas que, como sobre un espejo, se reflejaron hasta encontrarse; la última de ellas y el primer beso provocaron el resquebrajamiento, endeble, pero constante de una aureola en los dos mundos donde ellos eran el centro, que se extendió por todo el campo arboleado y deshabitado, por todas la carreteras atestadas de vehículos que veían indiferentes el milagro, por la ciudad que presurosa no se dio cuenta del magnífico fenómeno, por el fondo del mar milenario que ansiaba este momento de recuentro; cuando al fin, la ruta que hacía pizcas el suelo llegó al sitio antípoda de los espejismos y besos, la barrera vil que los separaba rompió en estallido fulminante de extensiones. Uniéndolo todo. Sus labios húmedos, sus dedos entrecruzados. Palpitantes en la fuerza del encuentro.

Leo Salas Z