domingo, 11 de agosto de 2013

Derrame Lunar

Derrame Lunar 

por: Leo Salas Z
texto leído en el Bukowski, 
viernes 9 de agosto 2013



El dolor que nubla nuestra visión y convierte al otro en el espejo roto que devuelve la imagen deforme de nosotros mismos, se apodera del día; calles que vacías con tu ausencia son espacios donde proyectiles son lanzados desde ventanas en las que imagino cazas, la soledad arrulla con sus maternales brazos, acunan los excesos.Voy lento por una de esas calles estrechas que le permiten a mi destino encontrar aquel  cuerpo, pasos que acortan la distancia van acompasados al cúmulo de pensamientos desbordantes,  culpa de los sentidos arrobados de la abundancia impulsiva de abarcar demasiado a la vez; me nutro de los detalles, del aroma que antecede al encuentro, de la amabilidad de sus ojos negros que por un instante conservan mi rostro esos pequeños espejos húmedos.Enlaza mis manos con sus dedos  y se apodera de mi voluntad porque sabe que cuando la luz nocturna roza apenas la penumbra del bosque, es momento de iniciar el rito para el que hemos nacido. Ella irrumpe la vida miles de kilómetros lejos de mi cuna, pero trazamos sincronizados el camino que nos junta dejándonos acosar por la luna, disecando mariposas para intentar con sus alas alcanzar las estrellas, pidiendo a Dios dejar atrás la furiosa búsqueda de nosotros mismos en cuerpos ajenos.Sumergirse en ella y explorarla hasta los confines de una tierra que se expande, inicia la ceremonia nocturna, aunque  también puede ser el método práctico para engañar a la desazón que concede una existencia asilada y repetitiva; no hay duda que existen fuerzas que rigen el universo, una ley sempiterna que conecta todo, juntos somos el eslabón que une dos mundos: la fuente de la que surgimos y la sinapsis sideral en la que desembocamos.Después, sus ojos resplandecen, son el albergue de un manojo de estrellas arrancadas del cielo; estamos tan próximos como pueden estar dos amantes, subidos en el péndulo de la vida, oscilando como solo el animal humano puede hacerlo cuando se entrega enteramente al placer.Y desbordado de estrellas perdidas, su cuerpo es el espejo cóncavo que retuerce todo el universo, manto de infinitas capas de tinieblas; y yo, cincelado apenas sobre la oscuridad del bosque, me sumerjo en el sendero  láctico de la vida para recordar el relato de la historia del mundo, de los ángeles malditos, de las amantes de Dios perdidas en páginas quemadas por mojes celosos.Ella permanece quieta sobre la tierra, su piel se hiende en poros que acumulan millones de semillas incompletas y con flagelos se riegan desesperadas por su cuello y descienden como magma bautizándola entera mientras se ella descomprime y aguarda…aguarda… aguarda mientras altera su vuelo gravitacional para quedarse un momento más cerca de mi alma.La luna disimula indiferencia pero se acerca mansamente hacia nosotros, danza como una luciérnaga cerca de los árboles, desaparece por aquí y aparece por allá, mira su reflejo en el lago, busca a las demás, se acerca, encuentra alimento en los gemidos animal herida a punto de morir en el placer de la vida. Se entierra en sus ojos tras abandonarse a la trampa en que ha caído todo.Sin alma, ya no hay más que ser humano, observador simple y diminuto, ajeno al peso del cuerpo que se monta sobre nosotros, ajeno a las uñas que afianzan la posición de sacerdotisa y dejan marcas en mi espalda donde se mezcla sangre y sudor.Mueve despacio su cuerpo y acerca su boca levemente abierta hacia mi rostro,  de ella cae una bruma pesada que me envuelve y aísla de todo. Y sin ver nada más que una nube que me cubre, me desprendo del suelo sin siquiera mover mi cuerpo, y todas aquellas mariposas disecadas sincronizan el vuelo y me conducen hacia el firmamento, la luna escolta mi llegada y desde arriba veo como ella, como  reverencia, abandona para siempre mi cuerpo.