miércoles, 27 de agosto de 2014

La demencia, la luna y tu viaje



La luna te provoca un viaje interestelar esta noche. Cierras las dos órbitas que atrapan y te abres al fluir de la galáctica, de la libre, de la que orbita todo tu ser. Te centras una vez más en las sensaciones del preciso instante, telaraña que aprieta cada uno de los sentidos que te constituyen la existencia. Entonces, crees poder apagar las turbinas que mantienen viva la representación de la realidad cotidiana, y utilizar ese combustible desperdiciado para descender por el vacío tan necesario y cálido, tan entrañable en una noche como esta, donde la luna te perfora los parpados de ambos ojos con su predecible luz blanca y se deslizará inquieta y rutilante hacia el alineamiento carmín. Sol. Tierra. Luna. Línea recta por donde se colarán cada una de las pulsiones más primitivas que habitan tu ser.

De pronto, ese pensamiento fútil que hace solo unos instantes volaba molestando como mosca atrapada en la habitación de tu mente, se ha trasformado en olor a carne cruda, tan brutal qué la sientes palpitar. El irrefrenable zumbido que hace unos momentos habitaba tu cerebro se ha trasformado en un aroma que se convoca en  la superficie de la cama. Danza trémula sobre ella. Intenta escaparse de la inmaterialidad a la que le subyuga la imaginación, para volverse tangible, física, cálida, lunar.

Lo logra.

Destellan las partes del cuerpo en medio de la consonancia habitual: dos senos se refriegan sobre la almohada queriendo encontrar el vestigio de tu boca, el esbozo de un par de piernas corre sobre las paredes persiguiendo las caricias que por ellas se hallan repartidas, y cuando llegan al techo, se acoplan con la cadera que yace cerca de la bombilla esperando el desgarro y  otro tipo de alumbramiento.

Mientras te preguntas cómo puedes ser parte de esto, el cuarto se ha trasformado en un laboratorio alquímico donde la Nada asume un estado ubicuo que se recrea a través de ancestrales instintos despertados por una luna que promete ser roja. Eres el lobo, la loba, que la mira por primera vez y aúlla mientras su corazón hace un esfuerzo por alcanzarla y morderla. Eres la laguna que se siente infecta de sangre mientras el viento calma la turbación con caricias invisibles. Eres el mago, la maga, que habita dentro de cada corazón, trasformando el aliento en pócima amatoria con cada palabra que emerge de tu ser.  

La que fuera hasta este instante cama de bellas adormecidas, ahora se complace en ser una especie de estación astral que recibe a tu locura expresada en máxima expresión e intensidad tras haber deshilado, sin enredarte en ella, la compleja trama de la realidad.
Entonces te percatas que sobre tu cama se emplaza un cuerpo sublime, brillante, excelso, que viene atravesando grandes distancias desde lo más profundo de tu universo, desde otros tiempos, dimensiones, representaciones; desde un estado psicotrópico inducido por la algarabía que te invade cuando en el cielo, encallada, se menea una luna que esta noche te menstruará su luz.

Ambas, cuerpo y luna,  te miran desde la certidumbre de haber sido creada desde cero. Con la mente limpia y dispuesto a la entrega total, sin prejuicios ni estructuras de pensamiento que puedan catalogar su presencia como buena o mala. Carne. Tú. Luna. Sientes que el equilibrio te convence. En pocas horas, algo se posicionará de tal manera que todo el universo se complacerá en aquella cama.

Leo Salas Z

No hay comentarios: